San Antonio Aguas Calientes: textiles, mucha agua y tradición maya
La primera parada, como aprendiz de Guía Local
Como migrante o expat salvadoreña radicada en Antigua Guatemala, cada día es una nueva aventura que deseo compartir. Ahora, como estudiante de la carrera de Guía Local de Sacatepéquez en INTECAP, esa aventura se vuelve aún más intensa: no solo me maravillo con cada rincón, sino que también tengo el honor y la responsabilidad de aprender información precisa para poder guiar con veracidad y respeto por este departamento de Guatemala, que ya siento como mi hogar.
La plaza: la iglesia, la cruz atrial y la mujer con la tinaja de agua
En el curso de Guía Local, somos 24 aspirantes a certificarnos al final de este año 2025. La fecha del viaje: martes 6 de mayo. No recuerdo si faltó alguien en este viaje, pero me parece que estuvimos todos. Según me indica Nelly, nuestra compañera presidenta de la clase, faltó Rudi. Por supuesto, nuestro instructor, Guillermo Cuéllar, nos acompaña en cada paseo.
El punto y hora de encuentro: Plaza Central de San Antonio Aguas Calientes. Algunos llegamos en coche particular y otros, en transporte público. Desde el casco de Antigua Guatemala, en auto toma aproximadamente entre 20 y 25 minutos; en transporte público, entre media hora y 45 minutos. Los buses salen desde la Terminal, por el Mercado Central.
Ubicado a pocos kilómetros de Antigua Guatemala, San Antonio Aguas Calientes es un municipio que, de entrada, te invita a bajar el ritmo y observar con atención. Aquí, la vida transcurre entre montañas, telares, devoción, memoria ancestral y mucha agua. Como migrante y futura guía local, recorrer su plaza central no solo es un paseo agradable: es una clase viva de historia, cultura y resistencia.
La plaza central es el punto de encuentro de la comunidad. Sencilla, pero vibrante, está rodeada de árboles, bancos y vida cotidiana. Es un espacio profundamente comunitario, donde aún se respira una fuerte identidad indígena.
Frente a la plaza se alza la Iglesia de San Antonio de Padua, una joya arquitectónica de estilo colonial que ha sido testigo de siglos de sincretismo religioso. Aunque su fachada es sobria en comparación con otras iglesias cercanas, su valor reside en lo que representa: la fusión de la fe católica con las tradiciones espirituales mayas. En el altar, la cruz atrial y en los alrededores se encuentran símbolos que revelan esa mezcla sutil pero poderosa.

Lo que hace único a San Antonio Aguas Calientes es su presencia maya viva. No es un destino que pretende “folklorizar” su cultura para el turista. Aquí, la cosmovisión maya se practica, se viste y se habla todos los días. Las mujeres siguen portando con orgullo sus trajes tradicionales, cuyas técnicas de tejido han sido reconocidas por su complejidad y belleza. El idioma kaqchikel sigue siendo hablado en las calles, y muchas tradiciones comunitarias se rigen bajo normas ancestrales, siendo muy importante la ceremonia de boda, por ejemplo.







En San Antonio Aguas Calientes, la cruz atrial, que en las iglesias siempre está al frente, en la plaza está colocada sobre una base en forma de pirámide escalonada o troncopiramidal. Este elemento arquitectónico tiene un profundo significado simbólico, sobre todo en el contexto de la evangelización católica de los pueblos mayas.
Las cruces atriales fueron colocadas estratégicamente en el periodo colonial como parte de la evangelización. Servían como punto de reunión y catequesis para las comunidades indígenas, que en muchos casos no podían ingresar a los templos católicos. Por eso, estas cruces tienen una carga simbólica especial: son el espacio donde dos mundos religiosos se encontraron, no siempre en armonía, pero sí con una profunda capacidad de adaptación y resignificación.
La forma piramidal remite de inmediato a las pirámides prehispánicas, que en la cosmovisión maya funcionaban como estructuras para conectarse con el cielo, los dioses y los antepasados. Al colocar la cruz cristiana sobre una base piramidal, los evangelizadores pudieron estar integrando (o imponiendo) su símbolo religioso sobre una estructura con la que los pueblos indígenas ya estaban familiarizados en su práctica espiritual. Es decir, la cruz se plantaba —literal y simbólicamente— sobre las creencias locales.
Este diseño permitía que, aunque el símbolo fuera cristiano, su forma de presentarlo mantuviera una lectura dual: para los frailes y sacerdotes, era una herramienta de evangelización; para muchos indígenas, seguía siendo un punto de contacto con el mundo espiritual.
Observarla es una invitación a mirar más allá de lo evidente, a reconocer que los símbolos también viajan, cambian y se adaptan. Y, como futura guía local, me emociona saber que cada detalle como este es una puerta para contar historias que no aparecen en los folletos turísticos, pero que dan vida a los pueblos.
Visitar este pueblo es recordar que Guatemala no es solo un país con pasado maya, sino un territorio donde las culturas originarias siguen latiendo con fuerza. Y, como futura guía, tengo claro que compartir estos espacios implica hacerlo con respeto, curiosidad y responsabilidad.

Nota: también es curioso que en muchos puntos del parque y en el patio frontal de la iglesia se observan detalles de inspiración prehispánica.
¡Acá hubo y se mantiene la resistencia, y a la vez la adaptación!
Otro de los símbolos que no se pueden perder de vista en la plaza es justo al centro. Allí se encuentra una fuente con un profundo valor simbólico, y es la imagen que ves como portada de este artículo. Como en muchas aldeas y pueblos de Guatemala, la fuente no es solo un adorno: representa el agua como origen de vida, purificación y encuentro.
Este pueblo no se llama “Aguas Calientes” por casualidad. Su nombre hace referencia a los manantiales naturales que brotan en la zona, testimonio de la abundancia de agua que nutre la tierra y a su gente. Esta relación con el agua no es solo física, sino también religiosa: en la cosmovisión maya, el agua es sagrada, está ligada al mundo subterráneo, a la fertilidad, a la sanación y a la palabra.
La fuente de la plaza es un recordatorio de esa abundancia. Antiguamente, estos espacios eran puntos clave para abastecerse, pero también para conversar, compartir noticias y fortalecer amistades. Aún hoy, su presencia invita a detenerse, escuchar el fluir del agua y reconocer que, en este pueblo, el agua no solo corre: habla, conecta y da sentido.

Otro dato curioso es que no solo se encuentran tanques de agua o pozos en la plaza central, sino en muchas de las esquinas del municipio, y tienen plaquitas con nombres bíblicos. Por ejemplo, el de la plaza central se llama Pozo de Madián. Unas calles más adelante, encontramos el Pozo del Viviente que me Ve.
¡En este municipio puedes encontrar una pila de agua casi en cada esquina!
Nos tomó aproximadamente una hora inspeccionar la plaza central. Tipo 9 a. m. o unos minutos antes, salimos a pie hacia un siguiente destino: Chok’ojol Juyu.
Experiencia textil única
A unos 15 a 20 minutos a pie del centro de San Antonio Aguas Calientes se encuentra el Centro de Capacitación Chok’ojol Juyu. Hasta allí caminamos y lo que parecía ser solo una tienda de hermosos tejidos e indumentarias tradicionales resultó ser un espacio comunitario con mucha alma y corazón maya kaqchikel, que busca preservar el legado textil enseñando a las nuevas generaciones este arte.

Una de las socias fundadoras de este centro de capacitación nos instruyó acerca del significado de los tejidos del güipil, prenda tradicional de las mujeres indígenas, cuyo diseño varía según su región y pueblo maya. Entre los principales puntos de tejido resaltan el de la pepita o semilla, pie de chucho, arco de espinas (relativo a la fertilidad de la mujer) y el rayo.
Además, nos explicó el significado del tz’uto, un manto que la nuera teje para la suegra como parte de la ceremonia de boda. ¡Vaya historias que guarda esta indumentaria comprometedora en la nueva familia que se forma, que no pocas veces habrá causado polémica y roces familiares!
El principal objetivo de este centro es rescatar y perpetuar la tradición textil, enseñando a los niños las diferentes técnicas. Pero, para sostener el proyecto, cuenta con su tienda de productos textiles y se imparten talleres varios sobre tejidos tradicionales, tintes naturales, arte, cultura e identidad a visitantes, turistas, estudiantes y grupos en general que quieran aprender un poco de esta cultura.
Me pareció que, más que un centro educativo, Chok’ojol Juyu es una casa de resistencia cultural. En cada telar, en cada palabra en kaqchikel, en cada gesto de hospitalidad, se reafirma que la cultura maya no es pasado, sino presente vivo.

Productos auténticos
Tras nuestra experiencia textil, pasadas las 11 a. m., caminamos por unos 5 a 10 minutos hasta nuestra siguiente parada, donde nos recibieron con una deliciosa degustación de cacao artesanal caliente.
NOBI – Pedacito de Guatemala es un emprendimiento cultural y creativo que, desde 2017, se dedica a diseñar y fabricar productos originales utilizando materiales 100 % guatemaltecos. Acá fuimos recibidos por la familia emprendedora, liderada por Shirley, quien también es guía de turismo graduada de INTECAP, así que es colega. Shirley y su esposo, junto con otros integrantes de la familia, nos dieron una charla sobre sus orígenes, antecedentes, dificultades y logros. También nos dieron un tour por sus instalaciones para que nos acercáramos a conocer sus procesos y el día a día de esta emprendedora y creativa familia.





NOBI es una tienda y taller que ofrece una amplia variedad de productos artesanales innovadores, como derivados del cacao, velas de cera de abeja, extracto de vainilla, hidromiel (vino de miel), artesanías, sets de chiles guatemaltecos premium, artículos promocionales auténticos y personalizados, entre otros. Cada artículo busca representar la identidad, historia y cultura de San Antonio Aguas Calientes, fusionando técnicas tradicionales con un enfoque contemporáneo. Sin duda, ¡un lugar que vale la pena visitar con tiempo para comprar productos de alta calidad!
La impresionante muestra de diseños de güipiles
Tras el tour en NOBI, caminamos de regreso a la Plaza Central, y ya estaba abierto el Museo Casa del Tejido Antiguo, justo al lado. Cuando llegamos temprano, aún no estaba abierto, así que decidimos continuar con el resto de actividades y luego regresar. Al principio pensé que se trataba únicamente de una especie de mercado de artesanías textiles, y aunque así es también, ¡no se imaginan lo que esconde la segunda planta! Allí se encuentra una impresionante colección de decenas de trajes tradicionales de diversas regiones de Guatemala, incluyendo departamentos como Chimaltenango, Huehuetenango, Quiché y Sololá. Cada prenda exhibida cuenta una historia única, reflejando la identidad y cosmovisión de las comunidades mayas a través de sus colores, patrones y técnicas de tejido. Acá les dejo algunas fotos:












En sí, este museo es un espacio cultural que celebra y preserva la rica tradición textil de Guatemala. Se fundó en 1998 por Alida Pérez Santos, y en él se puede tener una experiencia vivencial con el arte del tejido de cintura, una práctica ancestral maya que sigue viva gracias al trabajo de artesanas locales.
El museo también ofrece talleres interactivos donde los visitantes pueden aprender sobre el proceso de tejido en telar de cintura, desde la preparación de los hilos hasta la creación de piezas textiles. Estas actividades permiten una conexión directa con la cultura local y fomentan la apreciación por el trabajo artesanal.
Acá también se encuentra el Mercado de Artesanías, con venta de productos elaborados por artesanas de la región, como pulseras, blusas, manteles, carteras, billeteras, entre otros artículos tejidos varios, auténticos y de primera calidad.
Varios nos llevamos contactos de estas mujeres emprendedoras, quienes están a la orden para dar talleres, interpretación del ritual de boda maya y desfile de trajes regionales, por si contamos con grupos de visitantes que deseen observar estas tradiciones.
La pasada por el Museo y Mercado de Artesanías fue de media hora o menos, realmente un tiempo demasiado corto para apreciar todo lo que ofrece, y menos aún para comprar, pero aún debíamos visitar otro lugar antes de la hora de almuerzo, que ya hacía sentir.
Pasión por conservar tesoros prehispánicos
Del Museo del Tejido, tras una caminata de unos 15 a 20 minutos, llegamos a la aldea de San Andrés Ceballos e ingresamos a la Casa Museo San Andrés Ceballos, un espacio cultural que busca preservar y difundir la historia y tradiciones de la comunidad. Este espacio es, en realidad y literalmente, la casa de don Humberto, quien, casi heroicamente, se ha dedicado a coleccionar, documentar, registrar y proteger piezas prehispánicas y coloniales encontradas en los alrededores. Lo ha hecho por vocación y pasión personal, ya que, según cuenta, no ha contado con mayor apoyo gubernamental para formalizar un poco más el recinto. Él mantiene este lugar con donaciones, ayudas voluntarias y lo que recibe de turistas que llegan a conocer el lugar. Pero lo cierto es que este sencillo lugar ¡alberga un verdadero tesoro que esta persona particular preserva para el pueblo guatemalteco!


En este recinto, don Humberto ofrece a los visitantes una visión de la vida cotidiana y las costumbres locales a través de exposiciones que incluyen objetos antiguos, herramientas tradicionales y elementos representativos de la cultura de la región. En esta foto se aprecian dos figuras representativas de los objetos que se exponen en este lugar: una de origen hispánico y la otra de origen colonial.
¡Nuestro compañero Ebbher Morales, quien es artista y guía de San Juan del Obispo, habló con don Humberto acerca de la posibilidad de coordinar esfuerzos para pintarle un mural y así mejorar la apariencia del patio en el que se recibe a los visitantes! Realmente, este es un lugar muy recomendado para quienes quieran colaborar de cualquier manera, ya sea con dinero o aportes, ya que es una obra auténtica de rescate patrimonial.
El almuerzo y una bizarra visita al cementerio
Tras la inspiradora visita al museo de don Humberto y sus piezas prehispánicas y coloniales, todos corrimos a almorzar, tanto así que terminamos desperdigados. Habíamos acordado comer algún platillo regional en un lugar en particular, pero por alguna razón algunos entendimos que el punto de encuentro sería el parque, y realmente esa no era la ruta. En fin, a unos metros del Parque Central encontramos un restaurante mexicano, Taquería El Sabor Azteca, que nos resolvió a algunos, y la verdad, estaba muy rico. Las tortas, tacos, burritos y gringas rondan los Q35 a Q45. A eso hay que sumarle el costo de la bebida.
Lo cierto es que me quedé con ganas de visitar un café/restaurante que se ve muy bonito en las fotos y que se llama Bayit. ¡Me queda de tarea para la próxima!
Luego del almuerzo, nos dividimos en grupos de trabajo para explorar la planta turística del lugar. A mi grupo nos tocó la calle hacia el cementerio, recorrido por el cual encontramos tiendas de antojitos, algunos comedores, más pilas de agua, ventas de artesanías, un gimnasio bien equipado, tiendas de abarrotes y el salón municipal multiusos para eventos. Acá las fotos:











Nuestro paseo por San Antonio Aguas Calientes cerró con una escena algo bizarra y cargada de energía muy acorde al lugar que inspeccionábamos: el cementerio municipal. Al ingresar, de salida iba un hombre joven con aspecto de indigente, en evidente estado alcohólico y/o bajo efectos de drogas. En fin, nada que nos hiciera sentir peligro, pero sí una sensación de decadencia en el lugar. Desde la entrada del cementerio, sin embargo, hasta el atrio de las ruinas de la capilla del mismo, vimos gotas de sangre y, justo en el atrio, mucha sangre fresca del día y un par de botellas de cerveza quebradas. Una niña, desde pocos metros de distancia, nos miraba enigmáticamente. Esperábamos un espacio silencioso y solemne, pero experimentamos una mezcla de historia profunda y una energía que ponía la piel de gallina.
Sin embargo, seguimos nuestro recorrido capilla arriba, ya que el terreno es empinado, y más allá del estremecimiento del suceso, encontramos en este cementerio un valioso archivo histórico al aire libre. Muchas de sus lápidas datan del siglo XIX, algunas incluso de inicios de 1800. Talladas con un arte que sobrevive al tiempo, cuentan silenciosamente la historia de una comunidad profundamente arraigada en sus tradiciones. Nombres mayas, cruces coloniales, flores secas sobre tumbas olvidadas y una mezcla de sincretismo que nos recuerda la convivencia entre lo ancestral y lo cristiano.














San Antonio Aguas Calientes no solo nos ofreció color, textiles, hospitalidad y cultura viva. También nos enfrentó a sus sombras. Y como toda comunidad con alma, su luz y su oscuridad forman parte del mismo tejido. Tras la visita al cementerio, regresamos todos a la Plaza Central alrededor de las 4:30 p.m., desde donde cada quien tomó su camino de regreso a casa.